La nodriza. - ¿De dónde vienes?
Antígona. - De pasear, nodriza. Era hermoso. Todo estaba gris. Ahora no puedes imaginártelo; todo está ya rosa, amarillo, verde. Se ha convertido en una tarjeta postal. Tienes que levantarte más temprano, nodriza, si quieres ver el mundo sin colores. (Se dispone a pasar.)
La nodriza. - ¡Me levanto cuando todavía es de noche, voy a tu cuarto para ver si no te has destapado durmiendo, y no te encuentro ya en la cama!
Antígona. - El jardín dormía. Lo he sorprendido, nodriza. Lo vi sin que él se lo sospechara. Qué hermoso es un jardín que no piensa todavía en los hombres.
La nodriza. - Has salido. Estuve en la puerta del fondo, la habías dejado entreabierta.
Antígona. - En los campos todo estaba mojado y algo aguardaba. Todo aguardaba. Yo hacía un ruido enorme sola en el camino y me sentía incómoda porque sabía perfectamente que no me aguardaba a mí. Entonces me quité las sandalias y me deslicé por el campo sin que se diera cuenta...
La nodriza. - Tendrás que lavarte los pies antes de meterte en la cama.
Antígona. - No volveré a acostarme esta mañana.
La nodriza. - ¡A las cuatro! ¡No eran las cuatro! Me levanto para ver si no estabas destapada. Me encuentro con la cama fría y nadie dentro.
Antígona. - ¿Crees que si una se levantara así todas las mañanas, sería todas las mañanas tan lindo, nodriza, ser la primera mujer afuera?
La nodriza. - ¡De noche! ¡Era de noche! ¡Y quieres hacerme creer que fuiste a pasear, mentirosa! ¿De dónde vienes?
Antígona (con una extraña sonrisa). - Es cierto, todavía era de noche. Y yo era la única en todo el campo que pensaba que había llegado la mañana. Es maravilloso, nodriza. Hoy fui la primera que creyó en el día.
Antígona, Jean Anouilh.
No sé qué pensará la primera Antígona de sus sucesoras, ni qué pensará Sófocles de sus nuevas hijas, pero a mí me encanta. ¿Desdoblamiento de personalidad? Sí, puede. ¿Pero no es genial? Tenemos la Antígona-Sófocles, la Antígona-Zambrano, la Antígona-Anouilh y todas las que aún no he descubierto. Y cada una de ellas es Antígona y es a la vez lo que cada autor tiene de ella. Palabras sobre palabras.
No sé qué diría Sófocles si le diera por levantarse de su tumba, pero, desde luego, yo creo que se sentiría orgulloso de su hija, de cómo la han hecho crecer todos los artistas -que ahora también son, un poquito, sus padres-, de cómo se han asegurado de que su voz ya nunca pueda dejar de oírse.
¡Ah! Aprovecho para decir que en mayo Antígona vendrá de visita a Barcelona. ¡Yo no me lo pienso perder! A ver con qué cara se nos muestra ahora...